Bajo una apariencia de cuento, ¿Y ahora a dónde vamos?, relata una historia de mujeres. Del papel de las mujeres en la vida, de su consideración, situación, reconocimiento, y sobretodo…acción y sentido común.
La directora Nadine Labaki desarrolla una historia lineal de odios en una pequeña comunidad del Líbano, en la que se acerca la realidad del país, y la sobrepasa hasta que ese pequeño pueblo se convierte, a su vez, en una metáfora de la convivencia.
La y las mujeres son las protagonistas que en ningún momento ceden el ritmo de la narración ni el peso de la historia. Así. la directora recupera la esencia que y destiló en su opera prima Caramel de las mujeres mediterráneas. En esta ocasión las mujeres se muestran en toda su fuerza y firmeza como verdaderas agentes activas que anteponen la convivencia y el día a día frente a la agresividad masculina que en ocasiones no solo se torna estéril, sino dañino.
En referencia a otras experiencias en las que las mujeres reflexionan y actúan con los valores de la comunidad por encima de la división, así, la iniciativa de Ahostak en el Estado, que refleja la filosofía de la película: “Somos un movimiento que no tiene fronteras. No vamos a ser una plataforma reivindicativa, ni mucho menos política. Queremos ser un movimiento que se denomina “Voces para la paz” (Ahotsak, en euskera). Somos mujeres de distintas sensibilidades y distintos territorios que pretendemos hacernos oír, como parte relevante que somos de la sociedad, y decir que queremos blindar el proceso de paz y que éste no fracase”, explicaba la parlamentaria socialista Gemma Zabaleta.
Y es que la solidaridad de las mujeres más allá de las religiones –que en la película es el eje del conflicto- en una película que recupera dos mitos de la humanidad: el de la historia de Lisístrata y el de Romeo y Julieta; si bien este último solo en pinceladas.
La película, que se estrena mañana, mantiene el ritmo durante todo el metraje, en parte gracias al uso del humor y en ocasiones por los toques un tanto naïf, en el que el conjunto que resulta es una película amable con un gran mensaje feminista, como una caricia que reconforta pero que indica el camino a seguir.
La directora muestra un gran respeto por el público, insinúa, convence y hace pedagogía de género y política con una película que enseña como se hacen los cambios: sin imposiciones, trabajando, convenciendo y demostrando.
Esta película, premiada por el público en los festivales de Toronto y Oslo, fue muy aplaudida en el de San Sebastián, donde recibió el Premio a la mejor película europea.