El sol parece tener vergüenza de salir y para no cohibirlo más no miro al cielo. Me levanto cansada porque las pesadillas me agotan. Pero he de comenzar el día y me propongo evitar los recuerdos más hirientes. A veces no lo consigo volviendo a caer en esas profundidades oscuras de la desesperación, me escondo en un pequeño espacio y revientan esas monstruosidades que arrinconan mis entrañas.
Deseo que la muerte se lleve esos momentos, deseo detener todo ese despliegue de emociones que van contaminando poco a poco mis pensamientos, pero no lo consigo. Me enfrento de nuevo a ellos, están ahí, y lanzo un llamamiento a lo más hondo de mi ser, donde creo tener una luz débil que aún ilumina un trocito de esperanza.
He de ser valiente, he de cogerlos uno a uno y despedazarlos para que no vuelvan aparecer, y si aparecen, que no me produzcan dolor el nombrarlos.
No creo que ya el miedo tenga la misma fuerza. Ese miedo de medio dormir con unas tijeras bajo la almohada, el miedo a que caiga sobre mi cara la rabia contenida en un puño, el miedo al insulto, a la humillación, a la descripción de situaciones en las que te convierte en un ser despreciable y horrible. Ese miedo que se apodera de la identidad y aniquila por completo la voluntad. ¡No! Creo que con esa clase de miedo ya no vivo. Tengo bien asentada la soledad y dudo mucho que alguien me la quite.
También la confianza en los demás está debilitada. Ese depositar mis más intimas miserias, mis dudas, mis confusiones, mi necesidad de afecto. Todo ese pesar que en un principio compartía y que poco a poco fue cayendo en el más absoluto de los silencios… ¡No! Creo que con ese confiar tampoco vivo, los abandonos me dejaron una cierta tristeza, que percibo bien asentada y creo que ya nadie tampoco me podrá quitar.
Tengo un duelo que llevo con dulzura. Una perdida anunciada hace tiempo y que en julio acabó por abandonarme definitivamente; mi amigo Miguel que no lo echo de menos porque creo llevarlo siempre conmigo.
Murió como un autentico caballero haciéndole frente al único dragón que no escupe fuego. Me preparó para no llorarle y por eso talvez, sonrío al recordarle.
Es agotador el esfuerzo de tener que darle una razón al sentir, aunque existen los de sin razón, que al parecer, son los más confusos y dolorosos cuando ya no los puedes sentir. Sea como sea las reflexiones me están puliendo sentimientos y es posible que por eso me acerque más al sosiego, a la tranquilidad, a la calma. Es posible que los momentos de recuerdos hirientes se vayan haciendo más cortos pero no menos intensos.
El sol se limpia las lagañas y con pereza se despierta para mí. He de salir a la calle sin la vergüenza de la culpa, sin encogimientos por inseguridades, sin desviar la mirada, sin pensar en que pensarán… He de salir orgullosa de saberme con poder sobre mi misma, de saber identificar por donde debo ir para no tropezar de nuevo con las mismas piedras. He de salir con la convicción de no caer en la provocación del pasado. He de comenzar los días sabedora de que mis días no puede vivirlos nadie nada más que yo, de que aún tengo un tiempo virgen que solo yo puedo enriquecer porque soy capaz, soy valiente, soy persona, soy mujer, soy libre…
Y esta mujer libre quiere esta noche evadirse para evitar decirse que no vale nada.
….Y como hay una luna tremendamente blanca la utilizaré como hoja de papel para escribir lo que quiero sentir.
Quiero sentir unas cuantas caricias… dos o tres… no muchas… no quiero acostumbrarme.
Quiero sentir los labios hinchados y rojos por algún que otro beso… tampoco muchos… los echaría en falta si no volvieran.
Quiero sentir una mirada tierna que se pegue a la mía… no muy dulzona para que pueda cerrar y abrir los ojos de vez en cuando.
Quiero sentir una voz susurrante en mi oído que me afloje la piel… no demasiado cerca, sentiría el respirar y olvidaría de quien soy.
Quiero sentir un abrazo fuerte que me relaje el corazón… pero no demasiado fuerte, se me arrinconaría y dejaría de palpitar.
Solo quiero eso… lo demás no me interesa… lo demás no me demostraría nada.
La luna parece reírse porque no ambiciono más… pero no importa… es todo lo que cabe en mi. Tenerlo es suficiente para sentirme valida.
Pero esta noche voy a ser yo quien me acaricie, quien me bese, quien me mire, quien me susurre, y quien me abrace para decirme que lo valgo todo.
Bona nit
Pepa Muñoz