Pónganse a hacer una lista de causas por las que debería existir un uso racional de los horarios de trabajo. El primer escrito de la defensora, hace un año, se tituló A las seis en casa, lema igualitario. El tiempo ha pasado sin que la crisis económica nos haya forzado a ser más imaginativos o acertados en la adopción de políticas contra esos horarios tan típicamente nuestros, tan típicamente nefastos para la economía y la vida. Saber escoger el tiempo es ahorrarlo, decía Francis Bacon.
En aquel artículo y en este era obligatorio citar a Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles. Él se pregunta ahora: “¿Cuánto ahorraríamos si se generalizaran la jornada intensiva para salir antes del trabajo, la semana comprimida para librar una tarde o un día entero y las normas de luces apagadas que impiden a los trabajadores continuar en la oficina más allá de una determinada hora de la tarde? ¿Por qué no se fomenta más el teletrabajo, lo que, además de permitir al empleado estar cerca de los suyos, reduciría el uso del coche?”.
En esta época de ahorro generalizado, la correcta utilización de las horas de trabajo se presenta, más que nunca, como ineludible. Una dirigente política catalana me explicó una vez que, transcurrido un cierto tiempo en las reuniones que presidía, cogía la puerta y se marchaba. De esta forma consiguió que los encuentros no se eternizaran sin ton ni son, como acostumbra a suceder. Se le llama política de hechos consumados.
Tener mujeres en la parte superior de la estructura ayuda a racionalizar horarios y a conciliar. A ahorrar, vaya. Ese fue el resultado del Barómetro de Conciliación de Edenred del pasado marzo: los empleados españoles prefieren tener mujeres al mando. Las personas más satisfechas (75%) con la integración familia-trabajo son los hombres que tienen una jefa. Pero quien marca el compromiso con los criterios de productividad y flexibilidad es la política de cada empresa. En los convenios colectivos está el secreto.
Los planes de igualdad, incentivados por el Gobierno, han ayudado a modificar dinámicas contrarias a la búsqueda de objetivos que, ahora más que nunca, tienen mucho que ver con las horas trabajadas. Y se entra en el bucle de siempre: ¿trabajar más horas o trabajar mejor? Antes de poner en práctica la pretensión de vincular los salarios a la productividad, ¿no deberíamos saber qué se entiende por productividad aquí?
Hasta ahora no tenerlo claro ha perjudicado a las mujeres, curiosamente más cercanas al modelo de objetivos que al presencialista. Es un hecho, según expresan los mismos trabajadores y según asumen las mejores empresas, que la posibilidad de combinar trabajo y vida fomenta las mejores horas de labor, un estadio facilitador del trabajador.
En la cadena, la elección del turno o del horario solicitado ayuda a las personas a establecer vasos comunicantes. Las empresas se ponen al frente de esa aparente paradoja por la que la inevitable globalización incluye una seña de identidad que nos reclama la cercanía.
El Tribunal Constitucional de España emitió un fallo decisivo para la igualdad, aunque rechace haberlo hecho por una discriminación por razón de sexo, y para la protección de la crianza de los hijos, un bien colectivo.
El pleiteador, Germán Higelmo, reclamaba un cambio de turno para poder repartirse el cuidado de sus dos hijos con su mujer y madre de los pequeños. Si Higelmo no lograba el cambio de horario, quien estaba destinada a pagar los platos rotos era su esposa. Así, la «responsabilidad parental» pasa a existir y es para ambos.
Los jueces hacen política, en un sentido menos estricto y duro del utilizado en los últimos tiempos. La familia afectada concilia, ahorra y fomenta la responsabilidad del hombre con la esfera privada, en igualdad. Si la luz se apaga a las seis de la tarde, recuerde: a sus hijos les gusta ir al parque.
Eva Peruga es Defensora de la Igualdad de El Periódico