Cuando antes de ayer a las 20.14 horas la vicepresidenta del Govern, Joana Ortega, cerraba el debate Dones i Europa, lideratges femenins, ya lleva 13.59 horas en pie. De hecho, 13.44, porque, confesaba, desperezarse le había costado 15 minutos. A las 7.10 había despertado a sus hijos. Lo malo es que cerraba el debate para entrar en otra reunión.
El centenario del Día de la Mujer Trabajadora había sido una jornada larguísima para la primera vicepresidenta de la historia del Govern. Es cierto que el acto había durado lo pactado: una hora, porque, como dijo Eva Peruga, defensora de la Igualdad del EL PERIÓDICO, es propio de mujeres conciliar y respetar los tiempos. En la Oficina de Barcelona del Parlamento Europeo todos los asistentes – 80 mujeres y 9 hombres – habían asentido casi sin darse cuenta.
La conciliación fue un concepto que estuvo en boca de todas las ponentes – además de Ortega y Peruga, la presidenta del Institut Català de les Dones, Montserrat Gatell – y de las empresarias, emprendedoras y trabajadoras que intervinieron.
La sesión había empezado con unas cifras desalentadoras. En Estrasbugo, el Parlamento Europeo acababa de publicar el Eurobarómetro sobre mujeres y liderazgo. Peruga había dibujado con estadísticas una Europa en la que la mujer gana menos que el hombre en puestos iguales; las empresas los eligen a ellos antes que a ellas; la pobreza es mujer, y la economía sumergida se llama ella. En la sala, las caras eran cada vez más serias. Para muchas esa era la vida.
Tras Peruga, Gatell daba la razón a las cifras. Y añadía una reflexión: la pérdida del talento femenino. «¿Por qué si un 60% de los titulados universitarios son mujeres solo un 11% ocupa cargos directivos?», preguntaba. Tenía la respuesta: ellas no tienen el mismo acceso a las empresas que ellos. Respuesta rotunda delante de un auditorio en el que había mujeres diplomáticas, directivas, feministas, académicas. Y respuesta ya vieja porque, como decía Gatell, nada nuevo había en el horizonte de las mujeres. Luego, algo positivo: en Catalunya, decía, las mujeres autónomas sobreviven a la crisis. Más que ellos.
La vicepresidenta Ortega cogía la palabra y hablaba de valores a los que ella daba una identidad catalana y femenina: austeridad, constancia, esfuerzo. Luego animaba a «ejercer el liderazgo femenino». «Trabajamos en equipo, hacemos red. Tenemos una manera de gestionar distinta».
El público tenía ganas de explicar, de hablar. Núria Viñas, de la Fundación Internacional de la Mujer Empresaria, pedía conciliación real: «Si no, volveremos a ser excluidas del mercado laboral». La cónsul de Polonia exigía educación. Las palabras recibían asentimientos. A las 20.14 se cerraba el acto. Gatell se iba a casa. Se había levantado a las 6.00 horas: «Tenía que preparar la bolsa de mi hija». Una mujer lucía una boina lila.