Acompaño a mi madre a la clínica del dolor para que le traten lo que parece ser un brote agudo de artritis, rebelde a cualquier medicación. El médico que examina su dosier dice que tiene una buena colección de enfermedades. Todas acumuladas entre los 80 y los 84 años, le hago notar. Y le digo que a mucha gente le gustaría poder esperar hasta la vejez para ver crecer su historial médico.
De la generación de su madre, me responde él, muchos se quedaron por el camino; y los que sobrevivieron son fuertes como robles. Ahora ocurre lo contrario: mueren pocas criaturas durante el parto y el primer año de vida, pero, claro, crecen muy lábiles.
Después de estas disquisiciones sobre la mejora de la esperanza de vida pero no de su calidad, prescribe una radiografía y otra visita. Entre unas y otras cosas, a mi madre no la volverán a ver para empezar un tratamiento hasta dentro de un mes y medio. Tres días más tarde, corremos a urgencias.
El brote de artritis no era tal, sino una fisura del fémur que hasta no resultar muy evidente nadie ha sido capaz de ver. Eso lo sabemos después de que a mi madre se la hayan llevado a hacer una radiografía, sin esperar ni cinco minutos aunque las urgencias de traumatología están saturadas. Pienso en las reflexiones del médico del primer párrafo y no encuentro nada insólito este lleno total hospitalario.
La mayoría de boxes están ocupados por personas ancianas, de las que hace unos años habrían muerto a la primera de cambio. Me imagino las otras urgencias del establecimiento, por ejemplo, las de pediatría, llenas de esas criaturas frágiles que en el pasado no superaban el primer año de vida. O las urgencias de oncología, con todos los enfermos crónicos, a los que, de vez en cuando, su cáncer mantenido a raya les pasa factura.
En los últimos años, en Occidente nos hemos acostumbrado a contemplar la muerte como una posibilidad más que como una fatalidad. Por eso colapsamos las urgencias, esperando darle esquinazo todavía una vez más. Y aún así, continúa siendo una fatalidad insoslayable.
¡Sin embargo, mientras seguimos aquí, seguimos vivos!