La Audiencia de la ciudad alemana de Coblenza ha condenado a Detlef S., de 48 años, a 14 años y medio de cárcel y su posterior reclusión de por vida en una institución cerrada por violar a dos hijos adoptivos y a una hija natural y tener siete hijos-nietos con la mayor de ellos.
El acusado admitió el último día del juicio haber violado sistemáticamente desde su niñez a su hija adoptiva de 27 años, el hermano gemelo de esta y una hija natural de 18 años. También haber obligado a prostituirse a sus dos hijas y haber engendrado con la mayor de ellas ocho niños, de los que siete viven, ya que el mayor de ellos falleció poco después del parto.
El hombre fue detenido el pasado verano en Fluterschen, un pueblo de 750 habitantes en la región de Westerwald, en el estado occidental de Renania-Palatinado, pero su caso fue tratado con reserva por la Fiscalía de Coblenza, en el oeste de Alemania, por respeto a las víctimas y solo se hizo público con motivo del comienzo del juicio.
La Fiscalía reveló durante el proceso que la hija adoptiva mayor, de 28 años, con la que Detlef S. tuvo ocho hijos, fue violada por primera vez a la edad de 13 años, mientras que su hermana, de 18 años e hija carnal del acusado, sufrió los primeros abusos sexuales con 9 años.
La familia vivía en una casa unifamiliar en la que residían el padre, su esposa de 52 años, tres hijos de ésta de un primer matrimonio, otros dos hijos comunes y los siete hijos de una de las hijas adoptivas.
Los siete hijos-nietos nacieron entre 1999 y 2009, sin que su madre se atreviera a denunciar los hechos por miedo a su padrastro, y las pruebas de ADN demostraron con un margen de acierto del 99,9% que el acusado es el progenitor de todos ellos.
Pese a que la familia era visitada periódicamente por asistentes sociales, que preguntaron reiteradamente por el padre de los siete pequeños, todos con un gran parecido físico con su progenitor, la hijastra nunca tuvo valor para denunciarle.
Es más, una investigación abierta por las autoridades fue archivada en 2002 por falta de pruebas, ya que los hijos y la madre se negaron a declarar contra el padre de familia.
La madre de la familia, contra la que todavía no se ha abierto procedimiento alguno, no tuvo valor para declarar contra su marido, un déspota que gobernaba a base de palizas sistemáticas, violencia sexual y terror psicológico del que no se libraba ningún miembro de la familia, según explicaron varios peritos.