Barcelona. (EFE).- La Audiencia de Barcelona ha condenado a un hombre a ocho años de prisión por violar y maltratar a su compañera sentimental, a la que llegó a amenazar con una catana porque pensaba que le era infiel, en abril del año 2005.
En su sentencia, la sección sexta de la Audiencia condena por los delitos de agresión sexual, lesiones y amenazas a Elvis Antonio S.R., vecino de Lloret de Mar (Girona) de origen dominicano y que se encuentra en prisión provisional desde su detención el 15 de abril del año pasado.
Pese a que la víctima y el procesado han reanudado su relación sentimental tras el ingreso de este último en prisión, el tribunal le ha impuesto la prohibición de comunicarse con ella o aproximársele a menos de mil metros durante nueve años.
Según cree probado el tribunal, la mañana del 14 de abril del año pasado, poco después de despertarse, el procesado reprochó a la víctima que le fuera infiel y la golpeó con fuerza para que se lo confesara, hasta el punto de que la mujer acabó reconociendo sus sospechas para que dejara de pegarle. La confesión enfureció más al acusado, que siguió golpeándola por todo el cuerpo, mientras gritaba y derribaba los muebles de la casa, y después la amenazó con una espada de tipo catana que ella misma le había regalado.
El procesado apoyó la catana en el cuello de su pareja, que sufrió una leve erosión al ser rozada por la hoja, clavó la espada en el sofá del comedor repetidas veces y finalmente le cortó un mechón de pelo, al tiempo que le advertía de que le iba a romper los dientes, entre otras amenazas. Posteriormente, el procesado conminó a Sandra a que ambos fueran al domicilio del hombre que él sospechaba era su amante y, mientras ella se quedaba en el coche esperando, entró en el edificio donde aquél vivía y salió del mismo dos horas después.
Tras ese encuentro con el supuesto amante de la víctima, la pareja regresó a su piso, donde el procesado obligó a su mujer a desnudarse, le arrancó la ropa interior y, mientras le ataba las manos con el pijama, la violó “con suma brutalidad”, tapándole la nariz y la boca para que no respirara y pegándole en la cara, mantiene la sentencia.
Alertada por los vecinos de los gritos y ruidos que procedían del domicilio, por la tarde se presentó en el edificio la administradora del piso, que habló con ellos por el interfono y se marchó después de que la víctima, con el procesado presente, le pidió que se fuera.