Me estoy partiendo de risa. ¡Qué alcalde más cachondo! Alcaldes así necesitamos en este país, gente que no tiene problema en hablar como si estuviera jugando al mus en la taberna. ¿Se trata de un pleno municipal, donde tradicionalmente la gente se peina la lengua antes de hablar? Nada, en Bellveí no tienen ese problema y así su alcalde, Josep Fonts, dice las cosas por su nombre, al pan, pan, y al vino, un buen burdel, que resulta la mejor empresa del pueblo y ayuda a pagar su fiesta mayor. Es decir, se pagan la diversión de Bellveí con el lavado de bajos de las pobres chicas que se amontonan en el agujero de un prostíbulo. Nada más decente. Y como es de bien nacidos ser agradecidos, el alcalde los eleva a la categoría de empresa ejemplar, y quiere ampliarles el local, para que los empresarios modelos que viven del mercadeo cárnico de mujeres redondeen su negocio. Al fin y al cabo, no hay en todo Bellveí una empresa más rentable, y la pela es tanto la pela, que poco importan unas cuantas mujeres denigradas. Puestos a buscar rentabilidad, ¿por qué no ponen a trabajar a los niños, o recuperan la esclavitud? Lo digo porque aún sería más rentable, y se podrían dar unos alucinantes fiestones.
“¡Fuera puteros de nuestras calles!”, grita Carme Freixa desde su magnífico blog de denuncia, donde muestra la cara brutal de la prostitución. Y este alcalde debe pensar que se trata de eso, de sacarlos de las calles y enviarlos, bien arregladitos, a la empresa del pueblo, haciendo dinerito para esos buenos empresarios que un día de estos recibirán alguna condecoración municipal. Por supuesto, nunca entenderá el mensaje demoledor de Carme y su denuncia de la maldad de la prostitución, porque forma parte del pensamiento correcto y bienpensante que considera la prostitución “un bien necesario”. ¿Qué harían los pobres hombres si estas chicas no calmaran sus calenturas? Nada, puro servicio social. Por ello, el alcalde Hereu, después de mucho pensar, consiguió parir una idea y planteó el retorno de los burdeles. Piensa más y pare un huevo. Y por los aledaños de la capital del reino, los de ERC tienen un subidón de progresía reaccionaria, y piden que se legalice la cosa, porque la idea de soñar una sociedad sin mercadeo de mujeres no forma parte de sus utopías. La independencia de Catalunya, sí. La lucha contra esta lacra humillante que esclaviza a millones de mujeres, para nada. Que las putas catalanas, lo único que tienen que hacer es hablar catalán. Lo decía Xavier Trías, con valentía: “Tengo la obligación ética de luchar por una sociedad sin prostitución”. ¿Es el único sensato del universo político? Pues que vaya a Bellveí y se lo diga al alcalde de su partido. Dígale que la explotación de la mujer siempre será rentable, tanto como siempre será una repugnante, denigrante y asquerosa maldad.
Publicat a La Vanguardia, el 24 de setembre de 2009